Desde martes 25 de noviembre hasta domingo 28 de diciembre, el túnel Chilebiogeográfico poniente estará cerrado por trabajos. Sigue disponible el Salón Central (excepto el esqueleto de ballena, que está en obras) y el túnel oriente.
Canción del viento: instrumentos musicales atacameños de la colección Loyola-Cádiz
Para los pueblos atacameños la música es parte importante del calendario agropastoril. Al igual que para otras tradiciones musicales de origen indígena, no se trata sólo de un acompañamiento festivo. La sonoridad en sí misma se relaciona con las estaciones y los seres vivos y las actividades humanas que acompañan cada uno de estos momentos.
Los instrumentos empleados en las fiestas y rituales se asocian con el poder de ciertos sonidos para generar crecimiento, atraer o alejar fenómenos atmosféricos, o propiciar una comunicación con las potencias generativas del paisaje y los antepasados.
Entre octubre y diciembre de 2025 hemos destacado tres instrumentos de la tradición musical atacameña, pertenecientes a la colección Loyola-Cádiz, que custodia el MNHN. Se trata de dos putuputu o pututo y un clarín atacameño, que pertenecen al grupo de instrumentos aerófonos o de viento.[1] Por su vinculación con el aire, y en recuerdo de su constante silbido al caminar por la puna, llamamos a esta pequeña exhibición “Canción del viento”.
Dentro de los instrumentos musicales de la tradición andina, los aerófonos poseen, quizás, la relación más evidente con los fenómenos atmosféricos y, en especial, con las diferentes manifestaciones del agua en la vida de las comunidades locales. El uso tradicional distingue entre los que se tocan en época húmeda o lluviosa y los que ejecutan en la época seca, así como también, aquellos relacionados, por su origen o materialidad, con la sacralidad del agua.
Entre los primeros, las flautas como el pinkillo, de sonido agudo y cristalino, o las tarkas, se asocian a la lluvia, a los rituales propiciatorios para el ganado, y también a los difuntos. Su sonido se distingue en los waynos y otras melodías que se tocan durante los rituales de marcado de los rebaños (Stobart y Martínez, 2018). En algunas ocasiones, este sonido se considera más ‘pequeño’, en contraposición a otros más graves o estridentes, y por esta razón se vincula directamente a los rebaños de ovejas, más pequeñas en comparación con llamas, alpacas y ganado bobino (Elizaga, 2024).
Los instrumentos musicales de la tradición atacameña que se presentan en “Canción del viento” están vinculados a la sacralidad del agua y a su importancia para fertilidad de la tierra, en un ambiente con limitados recursos hídricos. Tanto el putuputu como el clarín atacameño se ejecutan en la ceremonia de la Limpia de canales o Talatur, que se lleva a cabo en los meses de agosto a octubre, en preparación para la siembra. Además, en algunas localidades atacameñas, estos instrumentos constituyen insignias de los Puricamanes, autoridades a cargo de la ceremonia. En este contexto, el agua que fluye por los canales y acequias es equiparada a la sangre que circula por venas y arterias, alimentando los cuerpos de humanos y animales. Ambos fluidos son indispensables para la vida, pero requieren dirección y cuidado para “que no sea ni mucha ni poca, que eso también sería malo”, como señala Victoriano Berna, habitante de Incaliri (Lagos et. al, 1988, p. 44). Así, la sonoridad trasciende el acompañamiento musical, pues el fluir sonoro se entrelaza con el del agua y el de la sangre, ordenando y propiciando la vida en diferentes dimensiones: cosechas, animales, humanos y la relación con la Santa Tierra o Pachamama. En relación con la música, Álvarez y Grebe (1974) notan que la organización tonal propia de la música atacameña, la trifonía, está vinculada en sí misma con la fertilidad del agua.
La relación entre agua, música y seres propiciadores ha sido estudiada para el mundo andino, destacándose la idea de que la música es enseñada y las melodías son otorgadas a los músicos a través del agua, a la vez que los instrumentos reciben su afinación de ésta. El sereno o sirinu, ser vinculado al inframundo fértil que habita manantiales y cascadas, media este aprendizaje, no exento de peligros, como ocurre con toda relación con el ámbito sobrenatural en el contexto andino (Stobart, 2001).
Las piezas exhibidas corresponden a un putuputu de cacho de vacuno, con boquilla de metal, de 30 cm. de largo y 7,8 cm. de diámetro. En su extremo más ancho posee una figura polícroma pintada sobre la superficie, correspondiente a un ave o una máscara (fig. 1); otro putuputu de cerámica, de 42,8 de largo y 9,1 cm. de diámetro, con dos figuras zoomorfas estilizadas pintadas en color ocre-rojo (fig. 2); y a un clarín atacameño, de largo 139 cm. y diámetro de 2,6 cm., elaborado mediante un tubo de caña embarrilado con lana industrial de varios colores, con una boquilla del mismo material (fig. 3).
El putuputu se relaciona con el pututu (quechua) o pututo de otras regiones andinas cuyo uso ha sido registrado desde la época prehispánica hasta la actualidad, como instrumento vinculado al agua y a la lluvia, utilizado en contextos rituales y por chaskis o mensajeros durante el período inka (figs. 4a, 4b y 4c), como puede verse en tres ilustraciones del Nueva crónica y buen gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala (Guaman Poma de Ayala, Felipe (1980 [1615]); Zavadivker, 1977, pp. 15-16). Este instrumento, originalmente elaborado a partir de la concha de un gran molusco, el Titanostrombus galeatus (Swainson, 1823), fue también modelado en cerámica (Civallero, 2008; Gudenios, 2001). Actualmente encontramos pututu de estas materialidades, e incluso algunos elaborados en metal.
El sonido del clarín atacameño, por su parte, se está relacionado con el erke argentino y la trutruka mapuche (Álvarez y Grebe, 1974, p. 27). Su sonido se percibe como un ‘bramido’, que atrae la helada y el granizo, condiciones climáticas adversas para siembras y animales, especialmente las crías recién nacidas. Por esta razón, sólo debe ejecutarse en época seca y lejos de los brotes y las pariciones. Además del Talatur, se toca durante la despedida del Carnaval, al finalizar la época lluviosa a fines de febrero e inicios de marzo, y en Corpus Cristi, en el mes de junio.
En el programa Nuestro Canto, conducido por Margot Loyola y Osvaldo Cádiz, se presentó una recreación de la música del Talatur. En ella, participan Agustín Ruiz (putuputu), Nelson Niño (clarín atacameño), Heriberto Muñoz (chorromón y voz) y Juan Yunis (voz). La línea melódica vocal está ejecutada en idioma kunza. El capítulo fue emitido en septiembre de 1988 por la estación de televisión de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Se puede acceder mediante el enlace https://www.youtube.com/watch?v=0qAZ_ptkSQs&list=RD0qAZ_ptkSQs&start_radio=1
Agradecimientos
A las áreas de Exhibiciones y Comunicaciones del MNHN y a Andrea Martínez, jefa del Área de Zoología de Invertebrados del MNH, por sus aportes y sugerencias durante la elaboración del guion, así como en la producción de la vitrina del objeto destacado “Canción del viento”.
Bibliografía
Alvarez, Cristina y María Ester Grebe, (1974). La trifonía atacameña y sus perspectivas interculturales. Revista Musical Chilena, 28(126-1), p. 21 – 46. Recuperado de https://revistamusicalchilena.uchile.cl/index.php/RMCH/article/view/11737. Acceso el 22-12-2025.
Barthel, Thomas. (1986). El agua y el festival de primavera entre los Atacameños. Allpanchis. 28, pp. 1-19.
Civallero, Edgardo. (2008). Pututus, quepas y bocinas. Bramidos a lo largo de los Andes. Culturas Populares. Revista Electrónica, 6 (enero-junio 2008). Recuperado de http://www.culturaspopulares.org/textos6/articulos/civallero.pdf . Acceso el 22-12-2025.
Claro Valdés, Samuel. (1997). Oyendo a Chile. Editorial Andrés Bello
Elizaga, Julieta. (2024). Reflexiones acerca del irpado o «casamiento» en los ritos ganaderos altoandinos. Allpanchis, año LI, núm. 93. Arequipa, enero-junio de 2024, pp. 25-68.
Guaman Poma de Ayala, Felipe. (1980) [1615]. Primer nueva crónica y buen gobierno. Ed. crítica de John V. Murra y Rolena Adorno. Traducciones y análisis textual del quechua por Jorge L. Urioste. México: Siglo XXI.
Gudenios M. L. (2001). Huayllaquepa El sonido del mar en la tierra. Revista Española de Antropología Americana, 31, pp. 97-130. Recuperado de: https://revistas.ucm.es/index.php/REAA/article/view/REAA0101110097A
Lagos, Reinaldo; Emilio Mendoza, Nolberto Ampuero y Nora Hernández. (1988). La limpia de canales y acequias en Santiago de Río Grande. Chungara, 21, pp. 43-78.
Pérez de Arce, José y Francisca Gili (2013). Clasificación Sachs-Hornbostel de instrumentos musicales: una revisión y aplicación desde la perspectiva americana. Revista Musical Chilena, Año LXVII, enero-junio, 2013, Nº 219, pp. 42-80
Stobart, Henry. (2001). La flauta de la llama. Malentendidos musicales en los Andes. En: Cánepa Koch (ed.), Identidades representadas. Performance, experiencia y memoria en los Andes. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, pp. 93-115
Stobart, Henry y Marino Martínez (trad.). (2018). Sacrificios sensacionales. Deleitando los sentidos en los Andes Bolivianos. Anthropologica, Año XXXVI, núm. 40, pp. 197-223.
Zavadivker, Ricardo A. (1977). Los instrumentos indígenas en la obra de Guaman Poma. Antiquitas (24-25). pp. 8-35.
[1] La clasificación de instrumentos musicales de Sachs-Hornbostel se puede aplicar a los instrumentos americanos, reconociéndose las siguientes tipologías: Membranófonos: El sonido es producido por membranas rígidamente estiradas; Aerófonos: el aire es puesto en vibración a través de un flujo de aire continuo del mismo aire; Idiófonos: el sonido se produce mediante la percusión, fricción, tensión o distensión de sus materiales constitutivos; Cordófonos: una o varias cuerdas estiradas rígidamente son las productoras de sonido. (Pérez de Arce y Gili, 2013).