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Experimentando Manquemapu: el surgimiento de una idea

Nota Área de Zoología:

Experimentando Manquemapu: el surgimiento de una idea

Publicado el 12/12/2018
Vista del bosque de olivillo costero recorrido por el sendero “el Galpón”, con el islote “el campanario” en frente
Vista del bosque de olivillo costero recorrido por el sendero “el Galpón”, con el islote “el campanario” en frente
Jorge Pérez-Schultheiss, curador de Zoología de Invertebrados, nos entrega un nuevo reporte de su trabajo en la zona de Manquemapu, en la costa de la región de Los Lagos.

omo les contamos en una nota anterior, el trabajo de prospección de la biodiversidad que nuestro museo ha estado desarrollando en la localidad costera de Manquemapu, en la comuna de Purranque, nos ha permitido realizar interesantes hallazgos y registrar muchas de las especies de invertebrados que allí habitan. Si bien esta tarea fue iniciada por nosotros con interés netamente científico en grupos muy particulares de artrópodos (microlepidópteros y crustáceos), la experiencia en terreno y la interacción con la gente de la comuna de Purranque, poco a poco fue transformando el objetivo original de nuestro trabajo. En esta nota les contaremos nuestra primera experiencia en la zona, y cómo a partir de ella se fue gestando el proyecto actual, con la participación de la I. Municipalidad de Purranque, la Arizona State University y recientemente, la Comunidad Indígena de Manquemapu.

La primera experiencia

En enero de este año visitamos por primera vez la localidad de Manquemapu con la intención de colectar muestras para nuestros estudios en taxonomía de microlepidópteros y crustáceos peracáridos. En esta oportunidad, lo que inicialmente fue una jornada de trabajo no muy positiva, resultó en una experiencia verdaderamente memorable. En una zona muy lluviosa (alrededor de 2000 mm de agua caída en promedio al año), durante nuestro viaje las condiciones climáticas parecían propicias, con radiantes días soleados que nos permitieron recorrer sin problemas los alrededores en busca de las especies que nos interesaban. Pero extrañamente no fue posible encontrarlas: la sequedad ambiental debido al incesante viento marino que se adentraba en los bosques de olivillos, agitando la vegetación, aparentemente obligó a los crustáceos a buscar refugios más ocultos, y a los microlepidópteros de delicado vuelo, a restarse de acudir a la luz durante las noches.

Fue por esto que, algo frustrados, decidimos realizar una visita nocturna al sendero El Galpón, una ruta de apenas 1700 metros (subidas y bajadas incluidas) que cruza los bosques costeros al sur de Manquemapu, enfrentando el Pacífico. Este sendero fue construido por la Comunidad Indígena sobre una antigua ruta ancestral que conectaba Manquemapu con las localidades de Panguirruca, San Carlos y San Pedro, pasando frente a dos impresionantes islotes de roca (imagen del encabezado) ubicados junto a la costa, hasta alcanzar una solitaria playa regada de ramas, troncos y algas (Figura 1).

Con las últimas luces del día, iniciamos esta ruta alrededor de las 21:00 hrs., preparando nuestras linternas de cabeza y afinando la vista para ver los invertebrados que esperábamos encontrar. Luego de los primeros metros, que cruzan una densa cortina de mirtáceas, principalmente murtas (Ugni molinae), por un sendero lodoso debido al pisoteo de animales vacunos que suelen circular en los alrededores, continuamos bajando por un pequeño declive cubierto de vegetación herbácea y arbustiva, que dificultaba la vista del mar. Pronto comenzó a desaparecer el fango, para transformar lentamente el sendero en una ruta rocosa y firme, cubierta de unas pocas hojas caídas entre grandes líquenes y musgos. Pero luego, la ruta nuevamente comenzó a trepar el cerro, permitiendo una última vista del océano Pacífico, antes de adentrarnos en el bosque (Figura 2).

Resulta impresionante el cambio que representa entrar al verdadero bosque, como si en un par de segundos el crepúsculo diera paso bruscamente a la noche, que domina bajo los centenarios olivillos (Aextoxicon punctatus). Inmediatamente sentimos una diferencia en el ambiente, se fue el viento y la humedad dominaba en el aire, generando las condiciones precisas para el desarrollo de una impresionante diversidad de otros árboles menores: maquis (Aristotelia chilensis), diversas mirtáceas (pitra: Mirceugenia exsuca, picha-picha: Mirceugenia planipes, luma: Amomyrtus luma, etc.) y proteáceas (fuinque: Lomatia ferruginea, radal: Lomatia hirsuta, avellano: Gevuina avellana etc.), que forman varios estratos y albergan entre sus troncos a abundantes plantas trepadoras, como el copihue (Lapageria rosea) o la quilineja (Luzuriaga radicans), y pequeñas epifitas, como musgos, hepáticas, antocerotes, helechos y bromelias (Figura 3), que ayudan a darle al paisaje un aspecto exuberante, más similar a una selva tropical que a un bosque templado. En las zonas del suelo donde aún llega algo de luz durante el día, crecían numerosas plantas herbáceas adaptadas a la penumbra, incluyendo varias especies de helechos (Lophosoria quadripinnata, Blechnum magellanicum, etc.), cyperaceas (Uncinia sp.) y urticáceas como el Coyanlahuén (Pilea elliptica). Toda esta vegetación siempre verde funciona como una esponja reteniendo humedad y genera las condiciones ideales para el desarrollo vegetal, lo que contribuye a transformar el suelo en una gruesa alfombra de hojarasca, ramas y troncos muertos, en permanente proceso de reciclaje (Figura 4).


Fue en este momento que descubrimos el verdadero espectáculo natural que ocultaba el sendero. Apenas el crepúsculo dio paso a la noche, un sinnúmero de pequeñas criaturas comenzaron a aparecer frente a nosotros. Bastaba dirigir las linternas al suelo, al follaje del sotobosque o a los troncos de los grandes árboles para descubrir la diversidad de seres que allí habitan, los que lejos de escapar u ocultarse, se quedaban inmóviles a la luz, dándonos la oportunidad de observarlos como pocas veces, en su entorno natural.

Sobre el suelo había varias especies de opiliones (Thrasychirus sp., Fonckia processigera y enormes Sadocus polyacanthus) y junto a ellos, al menos tres especies distintas de grillos de la familia Raphidophoridae (dos especies grandes del género Heteromallus y una pequeña de un género hasta ahora desconocido), que ante la menor perturbación escapaban con explosivos saltos y se quedaban inmóviles poco más allá, confiando en su camuflaje perfecto, que los hacía casi invisibles entre la hojarasca. Al costado del sendero, sobre la vegetación herbácea, había enormes babosas nativas (Phyllocaulis gayi), de un hermoso color negro uniforme y lentos movimientos. Ocasionalmente también se cruzaban en nuestro camino dos especies distintas de grillos Anostostomátidos, parientes de los famosos weta neozelandeses: el grillo colorado (Cratomelus armatus) y una especie más pequeña, de color café (Dolichochaeta sp., véase foto de portada en la Figura 9).

Poco más allá, sobre el follaje del sotobosque, una rama seca se movía acompasadamente: era un hermoso palote (Spinonemia chilensis) que se alimentaba de hojas de picha-picha. Pero no estaba solo, en ramas cercanas habían otras dos especies de grillos de la familia Tettigoniidae, que imitaban perfectamente las hojas (Stenophyllis modesta) o a ramitas secas cubiertas de líquenes (Paraphractus abreviatus) y que pudimos detectar únicamente gracias a sus cantos. Sobre los grandes troncos trepaban imponentes grillos Heteromallus spinifer y Heteromallus pectinipes, de color café y largas antenas, junto a otras especies de opiliones, como Spinivunus adumbratus y Metagyndes martensii. Ocasionalmente, logramos avistar también varias especies de caracoles nativos, como Plectostylus mariae, Austrodiscus twomeyi o Flammulina festiva, que se desplazaban lentamente sobre troncos y ramas. Además, varias especies de ranas acompañaban nuestro paso: Batrachyla leptopus y Eupsophus calcaratus saltaban frente a nosotros y otras más tímidas, como Hylorina sylvatica o Eupsophus emiliopugini, que no logramos avistar, pero que constantemente nos acompañaban con sus coros.

Es en ese momento, y ante el extraordinario espectáculo natural que estábamos presenciando, que logramos comprender la valiosa oportunidad que este bosque en su conjunto representa para mostrar un ecosistema en plenitud. A la luz de las linternas, resultaba sencillo detectar hasta las más pequeñas criaturas, ya que la oscuridad de la noche facilita al observador concentrar su atención en un punto en particular, eliminando otras distracciones del paisaje (Figura 5). A medida que avanzábamos –muy lentamente, a razón de metros por minuto– junto a las observaciones detalladas, iban surgiendo los comentarios, las anécdotas, los datos interesantes acerca de cada especie observada, y cada cierto tramo se oían las exclamaciones de alguno de nosotros, al descubrir una nueva criatura oculta entre la vegetación.

El relato anterior describe solo parte de nuestra primera experiencia y de las especies que podemos ver en el sendero el Galpón (Figura 6), pero para nosotros fue suficiente para entender que este es un lugar único que necesita ser protegido. Así surgió la idea de realizar un inventario y generar una guía de identificación de las especies, que permitiese mostrar la rica biodiversidad del sendero y promover su valoración.

Al regresar a la escuela de Manquemapu –donde habíamos instalado nuestro campamento– comenzamos inmediatamente a trabajar para llevar a cabo nuestra idea: aprovechamos los siguientes días de ese viaje para recorrer el sendero día y noche, frascos y cámara fotográfica en mano, con el objetivo de colectar y fotografiar todo lo que pidiésemos observar (Figura 7). De regreso en el museo, pedimos ayuda a los especialistas en cada grupo taxonómico, para la determinación el material colectado y para iniciar la redacción de la guía, que hace poco vio completado su primer borrador, antes de nuestro último viaje al lugar (Figura 9).

De esta manera, le fuimos dando forma a lo que sería el proyecto “Experimentando un ecosistema: integrando historia natural y sustentabilidad”, con el apoyo permanente de la Municipalidad de Purranque y de la Walton Sustainability Solutions Initiatives de la Universidad del Estado de Arizona, Estados Unidos. Esta iniciativa, fue pensada para que profesores de la comuna de Purranque, pudieran disponer de la información hasta ahora generada y a través de una visita al ecosistema del sendero el Galpón, pudiesen comprender la importancia de la sustentabilidad en el desarrollo de las actividades humanas. Pero no cantábamos con que sería necesario hacer algunos cambios en el programa.

Un nexo entre biodiversidad y comunidad local

Nuestro último viaje a Manquemapu fue entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre. En esta oportunidad, la persistente lluvia nos permitió solo una breve visita nocturna al sendero, pero en cambio, sostuvimos reuniones con la gente de la Comunidad Indígena de Manquemapu (Figura 8) y de la Ilustre Municipalidad de Purranque, a quienes presentamos nuestro trabajo, incluyendo el contenido de la guía (Figura 9).

Para nosotros resultó gratificante conocer la visión que la gente de Manquemapu tiene de las riquezas naturales existentes en el territorio que habitan y conocer de su propia voz, el respeto que sienten por la naturaleza. Esto se ve reflejado en la forma en que históricamente han desarrollado sus actividades, procurando minimizar su impacto en el entorno: la extracción de madera de sus bosques la realizan de manera selectiva y la tendencia actual es a iniciar emprendimientos ecoturísticos de bajo impacto, que incluyen el trekking y la observación de flora y fauna entre otras actividades respetuosas con el medio ambiente.

A pesar de que la gente de la comunidad ya cuenta con el conocimiento que da la experiencia y contacto permanente con las especies que habitan en Manquemapu, muchos de los organismos que les presentamos en la reunión resultaron ser completamente desconocidos para ellos. Por otro lado, pudimos ver que la integración del conocimiento científico y tradicional genera una visión renovada acerca de los organismos, transformándolos en un foco de interés de fácil incorporación en las actividades ecoturísticas que ellos están desarrollando.

De esta forma, las conversaciones con la gente de la comunidad, nos han llevado a realizar algunos cambios de enfoque en el proyecto original, para maximizar su impacto al integrar a los actores locales y promover actividades ecoturísticas sustentables en quienes verdaderamente subsisten de ellas. Debido a esto, el taller del proyecto “Experimentando un Ecosistema” será realizado en conjunto con la Municipalidad de Purranque, durante el mes de febrero de 2019, incluyendo a profesores de la comuna y a miembros de la Comunidad Indígena de Manquemapu.